MIEDO A LA DISCRIMINACIÓN DE MI HIJO
María Cristina Gazzola

Fundadora de la Asociación de Padres Apoyo a la Creatividad y el Talento

Siento que a lo mejor soy presuntuosa al preocuparme de si mi niño es talentoso. Esta es una de las reflexiones que muchas madres de chicos brillantes se hacen muchas veces.

La nuestra es una sociedad supuestamente igualitaria, que predica, al menos en todos los medios y foros posibles, que no es discriminatoria, que la democracia iguala a todos y que todos tienen los mismos derechos a educación, salud, trabajo y justicia.

Y entonces, en un contexto en que no se salvan las diferencias, reconocer que nuestro niño tiene habilidades y capacidades extras o especiales puede saber a elitismo. Y, con este pensamiento, como padres a veces hasta nos sentimos culpables admitiendo que eso que cruza por nuestras mentes tiene algún viso de realidad.

En una reunión de grupo para padres de niños talentosos nos relataba una madre que, al enterarse el colegio mediante un test de los talentos de su hijo, la invitaron cordialmente a retirarlo del colegio ya que las autoridades “no querían problemas”.

En un viaje a dar conferencias sobre este tema en una gran ciudad del interior, invitada por varios colegios, un periodista del principal diario local me hizo un extenso reportaje. Nunca se publicó. La excusa del jefe de redacción fue que “el tema de los chicos talentosos era un tema elitista”

En Francia se tuvo que luchar mucho para demostrar que estos chicos tienen el mismo derecho que los demás a una educación que responda a sus necesidades – y esa correspondencia es estricta justicia- y que eso es realmente una educación en democracia, que todos hallen en la escuela la respuesta adecuada a sus potencialidades.

Sin embargo, es una sensación común en los padres y las madres de este tipo de chicos, ante el colegio: prácticamente los ahoga el término talentoso y se preguntan quiénes son ellos para tener un niño talentoso. No hay una respuesta, pero hay algo más importante que toda palabra: la realidad viva y palpitante de ese hijo dotado de capacidades especiales.

Si nosotros vamos a ayudar a estos chicos en los problemas especiales que puedan experimentar, como padres debemos reconocer sus habilidades y aprender acerca de sus necesidades especiales, sugerir delicadamente a los educadores que les toquen en suerte la realidad del hijo, buscar orientación en quienes pueden apoyarlos.

Y, por supuesto, una ocasional dosis de modestia es saludable y constituye, además de una virtud sana, una buena estrategia para evitarle sufrimientos y conflictos innecesarios. Sabemos cómo reaccionan otros padres o madres cuando el nene talentoso es exhibido sin pudor por sus padres en cualquier medio, diario, televisión, una exhibición inútil –aunque satisface la vanidad familiar- que no enriquece para nada al chico y que sólo lo coloca como víctima en el altar del sacrificio.

Nuestra modestia nos ayuda a recordar que no todo el mundo comparte nuestro conocimiento  o nuestros intereses en las necesidades del niño talentoso y para evitar sorpresas recordemos que existen lugares apropiados y otros inapropiados para tratar el tema. Muchas veces las personas que los rodean pueden carecer de perspicacia suficiente para conducirse con ellos con el tino apropiado. Pero tampoco los padres se dan cuenta enseguida de que afrontan un hecho que les da mucho orgullo y, en la misma proporción, especialísima preocupación.

No es prudente ni sano referirse habitualmente a mi hijo el talentoso. Pero no es presuntuoso reconocer en su corazón que su niño tiene habilidades especiales y estar alerta para cuando surjan los problemas.

Debemos recordar, además, que el término talentoso no tiene valor de juicio, pero que sí es un descriptor. En tanto usted no haga ostentación, esto no puede recibir el equivocado mote de elitista.

Me despido hasta el próximo número recordándoles la función de la asociación: apoyar y orientar a los padres de niños talentosos y ayudarnos entre todos, compartiendo la responsabilidad que significa un niño talentoso en nuestra familia.

 

Este artículo fue publicado por la Revista   EDUCAR  HOY  en Diciembre de 1997 cuando María Cristina Gazzola  era Directora de dicha publicación mensual.

 



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